viernes, 14 de noviembre de 2014

Volver

Una mezcla extraña de emociones y sentimientos, que van de la nostalgia a la ilusión, y de la curiosidad al miedo, es lo que siento en este preciso momento en que he girado la llave que abre de nuevo la puerta de mi interior.
Casi conteniendo la respiración, he vuelto a recorrer todas sus estancias, sus rincones, me he detenido a observar cada detalle, espacios que en otro tiempo pasaban inadvertidos para mí, acostumbrada yo a ellos y ellos a mí.
Hoy he pasado por delante de este interior, luminoso y reformado y he sentido la necesidad de entrar.
Me detengo a cada paso, cierro mis ojos y escucho el silencio. Busco algo que me haga sentir en casa, pero no lo encuentro.
¿Cómo puede ser? ¿Tanto ha cambiado? Quiero levantar las persianas, abrir las cortinas, desempolvar los muebles. ¡Quiero encontrar mi interior como yo lo dejé! ¿Era este su olor?
No me ubico, me muevo por las salas, busco un detalle que me ancle a mis recuerdos. Estoy nerviosa. Quizá no debí regresar. Volver no es siempre la mejor opción.
¿Quién ha cambiado? ¿Es este interior, luminoso como era, reformado como estaba? ¿O acaso soy yo, que no soy la misma que lo habitaba hace unos años?
Mis queridos lectores, si es que alguno hay aún. Un día abandoné este interior porque encontré más luz fuera que dentro. Salí de mi refugio. Salí para encontrarme con la vida. Para bañarme en la calidez de la luz del sol y para empaparme de la lluvia, para correr, para reir, para caer y para levantarme. Y, créanme, fue un acierto.
Ni siquiera me despedí de ustedes. Salí de puntillas, cerré la puerta tras de mí y ni siquiera volví la mirada una última vez hacia este interior que tan importante fue en mi vida. Que fue mi refugio y mi bálsamo, que me acogió y me acunó cuando estaba cansada y malherida. Un interior que fraguó bonitas historias entre sus paredes. Me marché un buen día, sin ser siquiera consciente de lo mucho que habría de pasar antes de regresar.
Y ahora que he vuelto, busco lo que ya no está. Este lugar es el mismo, en realidad. Pero yo soy otra. Y nunca volveré a ser la misma persona que un día levantó estas mismas persianas, descorrió estas mismas cortinas, desempolvó estos mismos muebles.
Pero he sentido la necesidad de volver. Quería ser consciente de lo que había habido y del camino que he recorrido después.
Ahora ya estoy más serena. Me reconcilio con sus paredes silenciosas, con sus rincones ajenos ya a mí. Los observo y me observan. Parece que estemos llegando a un acuerdo. Camino ahora despacio, me apoyo en una puerta, recorro con mi mano la superficie polvorienta de una mesa, acaricio un almohadón donde ayer me recostaba, segura y tranquila. ¿Cuánto de aquella persona queda en mí?
Queridos lectores, perdónenme. Quizá debiera empezar por las explicaciones. Por los porqués y los cómos.
Y lo haré. Poco a poco. Supongo que un regreso así invita a mirar hacia atrás, a deshacer el camino y comprender el proceso. A hacer balance. Sí. Quizá deba hacerlo. Por ustedes y por mí.
Este interior permanece. Soy yo la que no le pertenece ya. Pero me agrada venir y ser ahora una visitante. Es una sensación extraña, pero me gusta. Creo que necesito volver de cuando en cuando.
Regresar a mi interior, luminoso y reformado, como quien pone en su día un momento para el reposo, para la reflexión, para la meditación.
Eso es, regresaré aquí de cuando en cuando. Volveré a este interior luminoso y reformado, que tanto me ha dado para devolverle todo su protagonismo. Para fundir en él ese tiempo que fue y este tiempo que está siendo.
Se lo prometo a ustedes y me lo prometo a mí. Y aunque ya no quede un solo lector, yo estaré. Se lo debo a este lugar, a este espacio que un día descubrí, que fui desvelando y llenando de luz, para recuperar lo bueno y para fundirlo con mi ser hoy.
Bienvenida a casa.