lunes, 23 de junio de 2008

Por fin llueve

La noche de Madrid, por fin, se empapa de lluvia.

¡Cuánto se echa de menos aquello a lo que nos acostumbramos cuando desaparece! Después de una de las primaveras más lluviosas que recuerdo, empezaba a necesitar agua. Agua fresca, agua húmeda, agua ruidosa que cae con furia en el suelo ardiente de este junio perezoso y lento.


Se nos ha colado el verano sin avisar y, de repente, nos hemos visto preparando la visita imprevista con prisas y sin sandalias a mano.


Y ahora, por fin, ha vuelto la lluvia.


El ruido de esta tormenta furiosa apaga el repiqueteo de las teclas de mi portatil y empaña sin piedad los cristales de mi salón. Mi casa, mi cobijo. Me gusta la lluvia... desde la ventana.


Y hoy estoy, además, muy lírica. La lírica me sale sola cuando tengo tiempo para pensar. Será que el reloj es el peor antídoto para la literatura. Será que me distraigo con las cosas cuando lo que de verdad me encuentra con mi yo es el silencio.


O será que, por fin, el guión avanza y comienza la acción, después de una interminable primera parte descriptiva.


Hoy, mis queridos amigos y lectores, puedo anunciarles que ésta quien escribe comienza a cortar el cordón umbilical con su pasado menos útil: con el pasado que -como el frasco que encogía a Alicia en el País de la Maravillas- me iba encogiendo poco a poco hasta convertirme en la esencia de todo lo menos admirable de mí.


Ese cordón, amigos, fue la cordada que me hizo llegar a la cumbre más alta pero que, con el tiempo, comenzó a atarme hasta hacerme sentir pequeña y dependiente.


Adiós, pasado limitante! Adiós, señorita perfecta! Adiós al Einstein chiflado! Adiós al "soy diferente"!


Hola al mundo! Hola a lo más alto de la campana de Gauss! Hola al futuro humano y divino! Hola, señorita perfectible!


Hola lluvia! Fresca y limpia lluvia!

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