martes, 26 de agosto de 2008

El final del verano

¡Uf! Se terminaron las vacaciones. Se acabó el sentirme abandonada por el mundo... Se acabó el sentirme abandonada por ese pequeño puñado de personas que, increíblemente, siguen contando conmigo para acompañarles en sus historias cotidianas.

Con el regreso de la normalidad, maravillosa rutina, vuelvo a aferrarme a mis seguridades: a mis mañanas con objetivo (trabajar), a mis tareas, a mis prisas... Vuelvo a llenar mis días de gente con la que hablar.

No se preocupen ustedes, que no he pasado un verano subida a una columna sin hablar con nadie. Pero, verán, cuando tus amistades se cuentan con los dedos de una mano... es estadísticamente más probable que te encuentres colgada en un porcentaje de días considerable si estás en el mes de julio o agosto, que si estás en el mes de, digamos, febrero o marzo.

Y ahora les voy a hacer una pregunta: si un amigo de ustedes se hubiese separado recientemente y tuvieran una cierta o vaga idea de que este amigo tiene problemas para organizarse unas vacaciones.... ¿Cuál sería su actitud? ¿Incorporarían a este amigo a sus planes veraniegos, tan amorosamente organizados en las semanas, quizá meses, previos, para reencontrarse con su pareja, hijos, familia? ¿Intentarían quedar algún día que otro con el amigo, antes y/o después de su excitante viaje de veraneo? ¿Se preguntarían qué tal se lo habrá montado este amigo y, quizá, le llamarían a su regreso de vacaciones?

Vamos, vamos, no se engañen. Yo he entrado en una grave crisis de confianza en la amistad. No sé si se trata de una incapacidad congénita de hacer o mantener amistades, una equivocada elección de la palabra "amigo" para designar ciertas relaciones afectuosas con ciertas personas o que la vida es una sucesión de episodios basados en el egoísmo hedonista del personal. No lo sé, la verdad. Tengo que investigar.

Pero, y ahora puedo escuchar sus risitas sarcásticas, yo sí contaría con un amigo colgado para incorporarlo a mis planes veraniegos. Lo juro. Lo juro. Lo juro. Tres veces, como Pedro.

Por lo demás, y a pesar de todo, he podido disfrutar de mis hijos, agotarme psicológicamente de varias semanas sóla con ellos y añorarlos infinítamente en estos días del final del verano, que pasan con su padre en la playa.

Por cierto, quizá se pregunten qué tal mi relación con el mencionado. Buena pregunta. Él sigue su relación con la alumna (qué visto está el tema) y reviviendo la década de los veinte, y no me refiero precisamente a los "locos años veinte", aunque el desenfreno es similar. Y la relación entre el ocio y la diversión frenética es inversamente proporcional a su capacidad de ahorro y a su capacidad de asumir individualmente sus responsabilidades de padre (para eso ya está la abuela, la tía, la amiga...).

Y es que en esto de las amistades y el "networking" yo nunca fui la primera de la clase.

Que tengan ustedes, mis queridos lectores, un muy feliz final del verano.

Y si sucediera que alguno de ustedes fuera algo más que un producto de mi imaginación, manifiéstese, por favor. Me creía indiferente, pero empiezo a echar de menos unas palabras de respuesta.

1 comentario:

Félix Amador dijo...

Hola, Isabel.

Venía a devolverte la visita y me he quedado enredado en tu forma de escribir. Me gusta cómo lo haces, aunque creo que tienes el punto de mira un poco desviado hacia lo pesimista.

Siento decirte (aunque no sé si a esta hora lo habrás leído ya) que mi blog es 'ficción'. Soy un escritor sin oficio ni beneficio con un montón de amigos cuyas vidas se están desmoronando a causa de las separaciones. Creé mi personaje Feo para animarles, sacarles una sonrisa con las filosofías del día a día y creo que lo he conseguido.

He reunido todos los posts del 2007 en un libro, pero ahí he tenido menos éxito, aunque se vende algún ejemplar de vez en cuando.

Además, todos los personajes tienen nombres de amigos, con lo cual la sonrisa es continua.

Espero que su lectura ilumine alguno de tus días (o de tus noches) porque se trata de eso.

Estar solo es, la mayoría de las veces, producto de la ceguera de los demás, que no ven todo lo que brilla nuestro interior. Seguro que tú lo vales. Hazte ver.

Un beso y un gracias.

Félix