Hay personas a mi alrededor que se muestran seguras en casi todas las situaciones y momentos, cada día, día tras día. Seguro que saben bien de qué les hablo. Personas que dicen con su discurso y con su gestualidad que no tienen dudas, que saben qué van a hacer y qué van a pensar en el minuto siguiente. Son el tipo de personas que atraen a otras personas. Quizá no a usted, amable y fiel lector. Quizá a usted, no.
Pero deténgase un instante a observar a estas personas. A éstas que yo le describo, no a las personas vanidosas, opulentas, gritonas o exageradas. No son esas a las que yo me refiero, sino a las personas seguras de sí mismas, que da la impresión de que no se equivocan, que ríen cuando hay que reír, que abrazan y acompañan al que hay que acompañar, que tienen la palabra justa en cada circunstancia...
Obsérvelas: no están solas. Las personas tendemos a aproximarnos a las personas que transmiten éxito, alegría, plenitud. Y, aun cuando nos inspiren nobles instintos, las personas taciturnas, tristonas, solitarias... son "causas heróicas": tareas que acometemos como servicio a la Humanidad, en el mejor de los casos. Habitualmente, tendemos a no arrimarnos demasiado.
Y sucede que a mí el tipo primero de gentes: las brillantes, carismáticas, siempre acertadas, las de la conversación perfecta... me hacían sentirme pequeña, torpe y un tanto estúpida.
Hasta que me hice fuerte en mis debilidades. Y aprendí, si no a evitar quiebras en mi autoestima, gran tarea pendiente, sí a sobreponerme cada vez más rápidamente. Y, así, me hice dueña de mi historia, de cada episodio de mi historia, sin dejar que los episodios desafortunados, dolorosos o difíciles me hicieran sentirme pequeña, torpe y un tanto estúpida.
Y aprendí a congraciarme con todos los hechos que ocurren en mi vida, simplemente porque la vivo... asumiendo que nada sucede por casualidad.
Esta manera de estar, este dejar que las cosas que suceden, ¡sucedan! me lleva a ahorrar energía: ya no combato contra lo que sucede, sino que dejo que suceda.
Me llevó un tiempo desprenderme del orgullo de no permitir que lo que ha sucedido... ¡suceda!
Hasta que acepté que no puedo hacer magia. O, mejor dicho, puedo "hacer magia", pero no puedo evitar que lo que ha sucedido... ¡suceda!
Visto entonces lo que ya NO HAGO, ¿qué actitud es la que adopto ante el fluir de los acontecimientos? Adopto la actitud de la aceptación, de pasar por ellos aunque no sean los que hubiera deseado pero, aceptándolos, descubrir en ellos cuanto de ellos puedo aprovechar.
Es cierto: de experiencias dolorosas se puede aprender mucho. Hasta que dejan de latir dolorosamente y quedan como una experiencia más, neutralizadas por nuestra actitud de aceptación.
¿puedes "neutralizar" experiencias dolorosas? ¿quieres? Deja de luchar contra ellas porque lo que sucede... ¡sucede!
Me asomo a un interior luminoso que, en esta época de verano incipiente se convierte en un porche luminoso y fresco, en un espacio abierto a las fantásticas sensaciones que siempre acompañan a los largos y alegres días del estío.
Esta manera de estar, este dejar que las cosas que suceden, ¡sucedan! me lleva a ahorrar energía: ya no combato contra lo que sucede, sino que dejo que suceda.
Me llevó un tiempo desprenderme del orgullo de no permitir que lo que ha sucedido... ¡suceda!
Hasta que acepté que no puedo hacer magia. O, mejor dicho, puedo "hacer magia", pero no puedo evitar que lo que ha sucedido... ¡suceda!
Visto entonces lo que ya NO HAGO, ¿qué actitud es la que adopto ante el fluir de los acontecimientos? Adopto la actitud de la aceptación, de pasar por ellos aunque no sean los que hubiera deseado pero, aceptándolos, descubrir en ellos cuanto de ellos puedo aprovechar.
Es cierto: de experiencias dolorosas se puede aprender mucho. Hasta que dejan de latir dolorosamente y quedan como una experiencia más, neutralizadas por nuestra actitud de aceptación.
¿puedes "neutralizar" experiencias dolorosas? ¿quieres? Deja de luchar contra ellas porque lo que sucede... ¡sucede!
Me asomo a un interior luminoso que, en esta época de verano incipiente se convierte en un porche luminoso y fresco, en un espacio abierto a las fantásticas sensaciones que siempre acompañan a los largos y alegres días del estío.
Un cordial saludo a ese lector que, a pesar de todo, de vez en cuando se asoma a mi rincón.
3 comentarios:
Me alegra mucho que vuelvas a escribir. Se te ha echado de menos.
Es inevitable que sucedan cosas, de hecho, eso es la vida. Algunas buenas y otras no tanto... No podemos impedirlo pero esta en nuestras manos afrotarlas de la mejor manera.
Un fuerte abrazo!
Yo tampoco puedo soportar a esa gente que va de "marilisti"por la vida. Personas que aparentan que todo lo de ellas es perfecto cuando todos sabemos que la perfección no existe.
Te cuento, una vez conocí a una persona así, su marido era perfecto, sus hijas eran las mejores, su casa era la más bonita, siempre sabía que tenía que decir, que consejo dar, en fin, para no alargarlo, de esas que piensan que como ellas nadie.
Me da tanta lástima este tipo de personas, pues si miramos bien, toda esa perfección es para disimular lo mal que se sienten con ellas mismas.
Buen post, me ha gustado mucho.
mis felicitaciones, estoy de acuerdo en todo lo que dices.Lo importante es el camino, disfrutar de el, es lo unico que tenemos,las perssonas que nos acompañan, saber elergirlas,y con un gran humor seguir caminando.un beso.
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