La escritura tiene, entre otras virtudes, la de ser una magnífica forma de aliviar las emociones. Cuando estoy contenta pero, sobre todo, cuando estoy con pena, necesito escribir para dejar salir el sentimiento de tristeza.
Hoy voy a hacer uso de esa maravillosa cualidad de la escritura para intentar irme a dormir un poco menos triste.
Hoy voy a hacer uso de esa maravillosa cualidad de la escritura para intentar irme a dormir un poco menos triste.
Pero hay días en los que me siento tan poca cosa, en los que intento animarme y no sé de dónde tirar. En los que hago un esfuerzo analítico descomunal y secciono mi vida en trozos para encontrar en mi trabajo, en mi familia, en mis hijos, en mis amigos... algo que me haga sentir fuerte y poderosa y... veo vacío y fracaso.
Sí, amigos lectores, la misma persona que hace unos días les invitaba a sacar lo más talentoso de su interior, la misma que ofrece un interior luminoso y reformado. Esa misma soy yo: un montón de emociones desordenadas y una energía centrífuga descontrolada que tiende a repeler a las personas que, con más o menos voluntad, se aproximan a ella.
En un acto de generosidad y consideración hacia ustedes, amigos lectores, voy a relatarles mis experiencias últimas en las distintas áreas de mi vida que antes les mencionaba.
Mi trabajo: después de unos meses de turbulencias en las relaciones del equipo, parece que la cosa vuelve a su cauce, pero... las heridas tardan en cicatrizar. Mi jefe se ha distanciado de mí y busca el apoyo en otros compañeros, lo que me hace sentirme mal. Se avecina un mes de mucho trabajo y, como bien saben ustedes, más trabajo=más estrés=más tensiones=probables mayores conflictos en las relaciones.
Mi familia: desastre total. A pesar de haber dado por perdido este apoyo, siguen afectándome las manifestaciones de falta de confianza de mis ancianos padres y de mis indolentes hermanitas. Últimamente, para más incomodidad, siento que mis padres empiezan a tomarse la libertad de asumir como propias determinadas obligaciones (económicas, sobre todo) personales. Y, no crean, es de lo más humillante sentirse "rescatada" por un "generoso donante" que, desde su comodidad, "te soluciona" los problemas. Que Dios me perdone, pero hay veces en que me tengo que morder la lengua para no pedirles que se guarden sus "limosnas". Ustedes tendrán que comprenderme y, para poder juzgar, conocer a mis dos honorables progenitores.
Mi exmarido: que disfruta de su nuevo estado al lado de una jovencita, muy dulce y virginal, muy mona y muy bien situada. Que las penas, con pan, siempre han sido menos penas. En doce meses de ex, lo cierto es que se ha organizado muy bien la recién estrenada libertad.
Mis nenes: estrenando la vida, como quien dice. Enfrentándose a cada nuevo desafío con alegría, con rebeldía y con energía. Como tiene que ser. Y dejándome a mí agotada, con razones para seguir adelante y remordimientos cada vez que meto la pata en la dificil tarea de educar en soledad.
Y, atención, nuevo apartado: mis pequeños asuntos domésticos: mi coche entra en barrena y mi asistenta se me rebela. ¿Me quedaré tirada por ambos en un futuro próximo? ¿Podré darle una solución satisfactoria a estos problemas sin caer en un descalabro económico? ¿Aprovechará mi honorable madre para explicarme el tremendo fracaso de mi vida?
Mis amigos: gracias a mi GRAN, GRAN AMIGA DEL ALMA, no he perdido definitivamente la cabeza. Sigo creyendo en la raza humana y aún reservo un pequeño atisbo de amor propio. Por lo demás, voy abriendo el círculo de "conocidos", ese extraño conjunto de seres a los que les importas relativamente y con los que no estás tan mal, al fin y al cabo.
Mi psicólogo: me invita a contactar con él, pero sigue sin dar señales de vida. El negocio es el negocio.
¿Seguiré espantando personas: familia, pareja, asistenta, compañeros de trabajo, potenciales amigos...? ¿Cuál es mi problema? Y, lo que es más importante: ¿¿¿Tiene solución???
Si alguno de ustedes tiene algún remedio, no dejen de escribirme.
Buenas noches desde el otro lado,
No hay comentarios:
Publicar un comentario